Escrito por: Andrea Peñaherrera y Karina Rodríguez
En diálogos grupales junto a adultxs (padres y madres) al reflexionar en el tema de «los patrones de la escolarización»; la palabra desconexión es una de las más frecuentemente mencionadas. Probablemente éste no es un objetivo intencional del sistema educativo. Sin embargo, sus lógicas terminan desconectándonos. Así con; el sistema de evaluación y su lógica de premio y castigo, el tiempo fragmentado y horarios que no respetan tiempos particulares, la clasificación del conocimiento y las metodologías que no honran el juego, la priorización en lo racional y la memorización , la enseñanza directiva e impositiva, la homogeneización de tantas diversidades humanas y de un mismo individuo, entre otras; terminan provocando desconexión, confusión, alienación, división y hasta insensibilidad.
Desde su nacimiento, un niño o niña intuitivamente empieza a buscar resolver sus necesidades básicas. Pero la sociedad adulto-céntrica responde y actúa en base a sus propios criterios de lo que un niño debe hacer, comer, aprender y hasta ser. De esta manera, imponemos alimentos, horarios, comportamientos, objetivos, y hasta tiempos para jugar; evitando el juego que aparentemente no es «productivo». Es así como, poco a poco, vamos desconfiando de sus intuiciones y capacidades innatas para vivir. Desconfiamos de la intuición que es «conocer desde adentro» y damos más valor a lo que viene de afuera.
La autora del Concepto Continuum, Jean Liedloff, escribe en su texto: “Mucho antes de convertirnos en algo parecido al homo sapiens, ya teníamos unos instintos exquisitamente precisos, expertos en cada detalle de la crianza de los hijos. Pero hemos conspirado para confundir este antiquísimo conocimiento de un modo tan absoluto que ahora recurrimos a investigadores para que se dediquen plenamente a resolver cómo debemos comportarnos con los hijos, entre nosotros y con nosotros mismos. No es ningún secreto que los expertos no hayan descubierto cómo vivir satisfactoriamente, pero cuanto más fracasan, más intentan llevar los problemas bajo la única influencia de la razón y rechazan lo que la razón no puede comprender o controlar.”[i]
La autora, quien basó su libro en la experiencia de observación a la comunidad indígena de Venezuela Ye’kuana, concluye que el ser humano ha abandonado su instinto, para guiarse únicamente por la razón, nuestros impulsos y necesidades vienen determinadas por necesidades creadas por la industria y mercado, y no necesariamente responden a las necesidades fundamentales del ser humano.
Miles de años nos hemos dejado guiar por, en palabras de Liedloff, “las infinitamente más refinadas e informadas áreas de la mente llamadas instinto.” Pero en los últimos años, con el surgimiento de la industria y el colapso de las comunidades, nos han hecho callar el instinto y dar paso a lo que el dinero puede comprar; porque las experiencias de nuestras abuelas, de nuestras madres, ya no nos son suficientes, o las desconocemos. No aprendimos a maternar sin tecnología, sin respuestas a nuestras dudas a un click, no aprendimos a mirar a nuestros/as hijos/as y entendernos en la confianza y la relación continua, porque la separación temprana nos corta toda posibilidad de conexión.
Por ello, cuando hablamos de desescolarización, innegablemente hablamos de apego, de lactancia materna a demanda, de colecho, de respeto y decisiones en conjunto, porque no podemos ser dictadores en la vida de otros seres humanos, mucho menos de nuestros/as hijos/as, porque queremos para ellos y ellas la oportunidad de aprender divirtiéndose, a tener la confianza suficiente en sí mismos y en su entorno para preguntar y explorar, para que se dejen llevar por su instinto de sabios investigadores y grandiosos seres humanos.
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[i] Liedloff, J. El concepto del Continuum. En busca del bienestar perdido. Editorial OB Stare. Cuarta edición. España, 2009. Pp. 47. Versión digital en: https://cabezasdetormenta.noblogs.org/files/2014/10/El-Concepto-del-Continuum.pdf