Por: Andrea S. Peñaherrera H.
Recuerdo mis años universitarios leyendo a los grandes exponentes del pensamiento contemporáneo, idealizando conceptos, asumiendo dogmas, interiorizando consignas. Una época donde la palabra revolución nos hinchaba el pecho y muchos no la concebían sin una gran lucha con armas de fuego y destrucción del statu quo y sistema dominante.
Pues bien, la vida me ha dado la oportunidad de formar una familia, tener hijos y amarlos profundamente, en principio, mis ideas de revolución se reafirmaron porque ese amor, por ahora mis descendientes, me cuestiona aún más el estilo de vida que mantengo y lo problematizo buscando alternativas a lo establecido.
Pero en el andar, la búsqueda por nuevas maneras de vivir me ha hecho comprender y aprender que hay muchas trincheras para hablar de cambio y generar cambio, ahora la maternidad es mi punto de batalla para cuestionar lo establecido y plantear transformaciones.
He aprendido a leer otros autores y asumido nuevos términos; parto humanizado, lactancia a libre demanda, crianza respetuosa, disciplina positiva, aprendizaje autodirigido, cultura de paz… conceptos que van de la mano con los ideales políticos de cambio, porque implican retomar lo comunitario, fortalecer la democracia, apuntar a la solidaridad y al buen trato, establecer relacionas basadas en el amor y la confianza, romper la ideología dominante y hablar de paz.
Sobrepasar el paternalismo que se espera por parte de las instancias gubernamentales, y asumir la responsabilidad de la vida y futuro de nuestros/as hijos/as es revolucionario, porque no sólo estamos evidenciando el declive de un sistema educativo y social caduco, sino también que lo estamos reinventando cuando los roles paterno y materno son los protagonistas y no los espectadores de la vida de sus hijos/as y de la vida en familia.
Si, es una revolución que lleva un largo camino, porque se necesitarán de muchas generaciones, de un tejido social sólido y comprometido, de renuncias a comodidades, de replanteos de nuestras individualidades, pero sobre todo de actuar, de hacer y construir. Implica re-aprender, leer mucho y abrir todos nuestros sentidos para percibir las necesidades reales nuestras y la de nuestras familias. Romper con competiciones y plantearse colaboraciones. Requiere viajar mucho y conocer otras realidades. Es plantearse un proyecto de vida en comunión con el entorno, la naturaleza y la vida. Es romper la apatía de la cotidianidad y disfrutar de cada instante que podemos estar juntos.
Puede ser que estemos locos/as, que estemos nadando contracorriente, pero ningún cambio se ha dado desde la comodidad de un sillón. Estamos caminando nuevos rumbos, y la sonrisa en el rostro de nuestros/as hijos/as nos alientan a continuar por este andar que vale la pena.
Recomiendo el artículo: La maternidad como acto político http://www.80grados.net/la-maternidad-como-acto-politico/