La desescolarización; camino de regreso a la intuición

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Escrito por: Andrea Peñaherrera y Karina Rodríguez

En diálogos grupales junto a adultxs (padres y madres) al reflexionar en el tema de «los patrones de la escolarización»; la palabra desconexión es una de las más frecuentemente mencionadas. Probablemente éste no es un objetivo intencional del sistema educativo. Sin embargo, sus lógicas terminan desconectándonos. Así con; el sistema de evaluación y su lógica de premio y castigo, el tiempo fragmentado y horarios que no respetan tiempos particulares, la clasificación del conocimiento y las metodologías que no honran el juego, la priorización en lo racional y la memorización , la enseñanza directiva e impositiva, la homogeneización de tantas diversidades humanas y de un mismo individuo, entre otras; terminan provocando desconexión, confusión, alienación, división y hasta insensibilidad.

Desde su nacimiento, un niño o niña intuitivamente empieza a buscar resolver sus necesidades básicas. Pero la sociedad adulto-céntrica responde y actúa en base a sus propios criterios de lo que un niño debe hacer, comer, aprender y hasta ser. De esta manera, imponemos alimentos, horarios, comportamientos, objetivos, y hasta tiempos para jugar; evitando el juego que aparentemente no es «productivo». Es así como, poco a poco, vamos desconfiando de sus intuiciones y capacidades innatas para vivir. Desconfiamos de la intuición que es «conocer desde adentro» y damos más valor a lo que viene de afuera.

La autora del Concepto Continuum, Jean Liedloff, escribe en su texto: “Mucho antes de convertirnos en algo parecido al homo sapiens, ya teníamos unos instintos exquisitamente precisos, expertos en cada detalle de la crianza de los hijos. Pero hemos conspirado para confundir este antiquísimo conocimiento de un modo tan absoluto que ahora recurrimos a investigadores para que se dediquen plenamente a resolver cómo debemos comportarnos con los hijos, entre nosotros y con nosotros mismos. No es ningún secreto que los expertos no hayan descubierto cómo vivir satisfactoriamente, pero cuanto más fracasan, más intentan llevar los problemas bajo la única influencia de la razón y rechazan lo que la razón no puede comprender o controlar.”[i]

La autora, quien basó su libro en la experiencia de observación a la comunidad indígena de Venezuela  Ye’kuana, concluye que el ser humano ha abandonado su instinto, para guiarse únicamente por la razón, nuestros impulsos y necesidades vienen determinadas por necesidades creadas por la industria y mercado, y no necesariamente responden a las necesidades fundamentales del ser humano.

Miles de años nos hemos dejado guiar por, en palabras de Liedloff, “las infinitamente más refinadas e informadas áreas de la mente llamadas instinto.” Pero en los últimos años, con el surgimiento de la industria y el colapso de las comunidades, nos han hecho callar el instinto y dar paso a lo que el dinero puede comprar; porque las experiencias de nuestras abuelas, de nuestras madres, ya no nos son suficientes, o las desconocemos. No aprendimos a maternar sin tecnología, sin respuestas a nuestras dudas a un click, no aprendimos a mirar a nuestros/as hijos/as y entendernos en la confianza y la relación continua, porque la separación temprana nos corta toda posibilidad de conexión.

Por ello, cuando hablamos de desescolarización, innegablemente hablamos de apego, de lactancia materna a demanda, de colecho, de respeto y decisiones en conjunto, porque no podemos ser dictadores en la vida de otros seres humanos, mucho menos de nuestros/as hijos/as, porque queremos para ellos y ellas la oportunidad de aprender divirtiéndose, a tener la confianza suficiente en sí mismos y en su entorno para preguntar y explorar, para que se dejen llevar por su instinto de sabios investigadores y grandiosos seres humanos.

 

Video recomendado: https://www.youtube.com/watch?v=7fERX0OXAIY

 

[i] Liedloff, J. El concepto del Continuum. En busca del bienestar perdido. Editorial OB Stare. Cuarta edición. España, 2009. Pp. 47. Versión digital en: https://cabezasdetormenta.noblogs.org/files/2014/10/El-Concepto-del-Continuum.pdf

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LA R-EVOLUCIÓN EN LA EDUCACIÓN

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Por: Karina Rodríguez S.

Estoy convencida de que la educación no necesita más reformas, ya han habido muchas y otras más se siguen gestando y aparentemente ninguna llega al corazón del problema.

En mi opinión, primeramente necesitamos trascender el concepto de educación y empezar a utilizar el término APRENDIZAJE. Educación, connota que hay alguien que enseña y otro/a que aprende y para ello es necesario un espacio o tiempo definido. Aprender, en cambio, lo hacemos todo el tiempo, en todo lado, solos o acompañados.

Aprender es tan natural justamente porque hemos nacido con las capacidades para hacerlo; según Peter Gray (https://en.wikipedia.org/wiki/Peter_Gray_(psychologist), son las siguientes:

  • Curiosidad: es la motivación interna que desde pequeñas nos lleva a aprender a movernos, a relacionarnos, a descubrir el mundo que nos rodea y es a través del juego que lo hacemos.
  • Juego: es la fuerza o actividad que con entusiasmo somos convocados a practicar nuevas habilidades, solos o socializando.
  • Socialización: denota las interacciones, intercambios y conexiones que vamos haciendo con otros y otras; para lo cual no es necesario un espacio específico.
  • Planificación: es la capacidad que más se demora en desarrollar; pero que va afirmando en nosotras la habilidad de trazarnos objetivos, de «mirar hacia el futuro», de visualizar en perspectiva y trascender a la reacción ante los estímulos. (Mayor información en https://www.self-directed.org/sde/drives/)

Para volver a ser protagonistas de nuestros propios procesos de aprendizaje y así empoderar a nuestros hijos e hijas a ser protagonistas de los suyos; requerimos devolver la confianza al ser humano y su capacidad innata de aprender. Necesitamos volver a confiar en nosotras mismas y así confiar en nuestros hijos. 

De esta manera, las pedagogías alternativas ofrecen valiosas reflexiones, recursos y materiales. Sin embargo; regresar a lo natural y elemental del aprendizaje, es una invitación a re-pensarla desde otro molde. Es una exhortación a no interferir. A facilitar procesos, quitando los obstáculos necesarios para que nuestros hijos e hijas aprendan cuando, cómo y lo que necesiten. Retornar a lo natural y elemental nos convoca hacia una constante desescolarización de aquello que la escuela nos instruyó, la crianza nos domesticó y lo que el sistema nos engañó.

Mientras eso no suceda, seguiremos marcando sus tiempos, sus intereses y a la final, sus vidas. Esta sociedad requiere de adolescentes y jóvenes protagonistas, conocedores de sí mismos, conscientes de sus habilidades, debilidades e intereses personales.  Personas que hayan desarrollado herramientas de vida que les permita confiar en sí mismas y los demás.

Fui docente y consejera de centenares de jóvenes y en sus ojos se veía la desesperanza por saberse responsables del «futuro del mundo», con la enorme presión por llenar la lista por la que serán evaluados: tener mucho conocimiento, ser muy competitivos y adquirir el mayor número de títulos. Estos jóvenes tenían serios períodos de depresión, baja autoestima, escasa o nula conexión con lo más valioso de sí mismos y por tanto de la vida misma. Creyéndose lastimosamente la mentira que tantas veces les han dicho: «estudia porque sino no serás nadie».

Estoy comprometida con el cambio y éste empieza en mi hogar, ¿y tú?.

Video recomendado: https://www.youtube.com/watch?v=7fERX0OXAIY

Cursos, sí, no, ¿Cuándo?

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por Ma. Eliza Acosta

Desescolarizar parte de la confianza en las capacidades, tema que lo hemos ido abordando, pero también parte de ser conscientes de que para aprender no se necesita de alguien que ejerza el rol de enseñar. El aprendizaje surge a partir de la interacción con otro individuo, sea mayor, par o menor, de una salida a un lugar o la interacción con algún material y la maravillosa presencia de libros.

En este proceso es común compartir con diferentes prácticas de familias en lo que concierne a cursos (actividades varias de una o dos horas por lo general en la tarde) y si bien no es prudente generalizar o dar una receta, no todo funciona igual para todos, si es importante plantearse antes algunas cuestiones.

1. El interés del infante, cuando se plantea la opción de cursos, que en algunos sectores existe una mayor variedad que otros, es bueno tener claro si ¿la decisión parte del verdadero interés o  necesidad auténtica del niño o niña?, o ¿parten de nuestra óptica? lo cual creemos es importante y necesario como aprender otro idioma, practicar algún arte o dominar un deporte, quizá aquellos anhelos que no suplimos en nuestra infancia y adolescencia las estamos proyectando ahora en nuestros hijos. En este contexto también está la presión de lo que se considera que debe hacer un niño o niña a cierta edad, al menos lo que respecta a lecto-escritura y matemáticas, si bien hay expectativas acorde a la etapa de desarrollo, la necesidad, el interés y un ambiente adecuado y sano serán más que estimulantes suficientes para que un niño/a quiera y pueda leer, escribir, calcular o realizar otra actividad.

2. Capacidad para mantener un compromiso, si bien la capacidad que poseen nuestros hijos e hijas para continuar una actividad en la cual decidieron participar depende de su interés, también depende de su edad y desarrollo particular, los más pequeños (3-6 años) al encontrarse en un momento de exploración pueden necesitar experimentar una vez o hacerlo repetidas veces, pero una vez logrado pueden ir en búsqueda de una nueva actividad (proceso que puede durar días o máximo semanas), al ser más grandes (6-10 años)  con una decisión más razonada se pueden mantener procesos más largos pero tendremos que distinguir en el momento en que deciden suspender la actividad si lo hacen por falta de interés o por la presencia de una dificultad o la exigencia de subir el nivel de rendimiento, lo que exigirá un esfuerzo extra y salir de su zona de comfort. En este punto es común el abandono de una disciplina, pero el dominio de la misma en algún momento requerirá un esfuerzo.

3. Metodología del espacio, al elegir el espacio extra al que van asistir nuestros hijos hay que tener muy presente que no todos los y las instructoras tienen la misma visión y estilo de acompañamiento del que hemos asumido, aunque haya un verdadero interés y compromiso en el infante ¿qué tanto estamos dispuestos a que nuestros hijos e hijas estén en un ambiente totalmente directivo y escolarizado? En algunos casos hasta con más rigurosidad que la escuela por características propias de la disciplina o el trato y forma de relacionarse con nuestros infantes, ¿vale la pena comprometer el proceso de autorregulación de nuestros hijos por el logro de una disciplina?.

En fin,antes de tomar una decisión o mantenerla hay que hacer un diálogo sincero entre todos y con nosotros mismos para tener claro las intenciones y ser respetuosos con los procesos.

Confiar en el proceso

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Escrito por Ma. Eliza Acosta

Varias dudas y temores pueden saltar en el proceso de desescolarización, al menos si se sale de un sistema regular tradicional educativo.

Estos temores pueden tentarnos a tomar decisiones inmediatas, impidiendonos tomar el tiempo necesario para un proceso desescolarizante como adultos y como familia. Sólo el hecho de salir de un horario poco amigable que impone la escuela toma tiempo. Autorregularnos y sintonizarnos acorde con nuestros sentires es un proceso consciente que exige reflexión y una de las razones por las que muchas familias decidimos salir de la escolaridad es para ponernos en sintonía con esos sentires, anhelos y expectativas propias.

Algunas personas y expertos sugieren que al menos toma un mes por cada año el desescolarizarse («Período de desintoxicación» https://goo.gl/uqkfmS https://goo.gl/bYmnKY), tiempo en que lo mejor sería no planificar gran cosa o evitar suplir las actividades de la escuela dentro de las dinámicas de hogar, este proceso como adultos generará una serie de estados emocionales e ideas que quizá se transformen en temores o remordimientos, siendo este un proceso normal y quizá necesario para repensar la decisión tomada, esta es una ocasión en la que podemos apoyarnos en nuestra comunidad, conversar las perspectivas, observar cómo otros también llevan el proceso, para fortalecernos y no dejar de confiar en nosotros y nuestros hijos e hijas.

En educación y crianza no se puede tener evidencias de aprendizajes relacionados a la educación formal (por lo general aprendizajes memorísticos y de entrenamiento) en cuestión de meses, a veces podemos pasar años sembrando y poco a poco solo con tiempo es posible ir evidenciando los frutos, siendo esto una postura que intenta desterrar la actitud de descarte e inmediatez a la que nos han llevado los tiempos actuales, donde utilizamos cualquier clase de artificios para obtener lo que queremos en la menor cantidad de tiempo o al instante, mientras que en educación y crianza hay procesos que requieren mayor tiempo o que en algunas personas podrán tomar años; pero si nuestro sentir e intuición nos dice que hay un estancamiento en algún proceso es justo poder valorar las razones de aquellas inquietudes, apreciar si realmente parte de nuestra percepción o es porque las condiciones a la que están expuestos nuestros hijos e hijas no son óptimas, llevando a darle dinamismo al contexto en el que somos participantes activos y llevándonos a una reflexión más profunda.

Les invito a apreciar el tiempo de otra forma, darnos la oportunidad de sentir, vivir, reflexionar y en el caso de nuestros hijos/as a observar sin prisas y a confiar en el proceso.

Educar en casa, estar en casa todo el día

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Por María Eliza Acosta

El término homeschool o educar en casa genera algunas ideas, es común que en el imaginario salte «pasan todo el día en casa encerrados» y en contraposición nos hacen pensar que quizá las casas que habitan no están pensadas para pasar todo el día en ellas.

Educar en casa dentro del contexto de la desescolarización nos lleva tener una casa viva, es una casa que va hacia una estructura más democrática, cambia la idea del «cuarto de juegos» o el cuarto de televisión, para pensar en que cada espacio o rincón puede ofrecer una experiencia; donde el material, los juguetes, libros y a veces hasta dispositivos electrónicos tienen un lugar que facilite el acceso a nuestros hijos e hijas hacia el aprendizaje. La casa no lucirá como esas casas de portada de revista de diseño, pero cuando tienes la oportunidad de conocer una de estas casas es evidente que algo se está gestando y creciendo en los niños y niñas que lo habitan, es un orden caótico del aprendizaje.

Metodologías pedagógicas como Montessori proponen material diseñado para que el infante interactúe con él y permita autorregulación, donde luego de utilizarlo debe regresar al lugar, por respeto al espacio y al otro, pero a veces este material es costoso y nuestros hijos e hijas se embarcan en proyectos que pueden tomar días y hasta semanas y quizá esos principios no pueden regir rigurosamente en nuestro hogar, pero podemos apoyarnos en su material y metodología, siempre contando con la observación e intuición como partida, otra propuesta metodológica es Reggio Emilia, donde la libre circulación en espacios preparados y bien pensados para generar y evidenciar el aprendizaje de forma estética nos puede servir de inspiración para montar lugares en casa y la exposición de los logros alcanzados de cada uno de nuestros hijos e hijas, ya sean tangibles o no, donde la fotografía se convierte en una herramienta fundamental.

La educación en casa no se limita a las habitaciones o los espacios con los que cuenta la casa; incluyen patios, bibliotecas, museos, parques y naturaleza en sí. Los espacios exteriores vienen a ser extensiones en las que el/la guagua debe aprender a desenvolverse, he ahí que sean espacios seguros, adecuados, amigables, accesibles, donde el aprendizaje puede surgir en cualquier momento, damos énfasis a la iniciativa e intención.

Contrario de lo que se podría creer, la educación en casa, hace que nuestra vida sea muy intensa; la construcción o la creación de proyectos, salidas para encuentro de otros espacios o con otras personas sin límite de tiempo o espacio, nos deja muy agotados al final del día pero con una sensación de satisfacción que sólo hace que el día siguiente lo quieras volver a vivir.

La desescolarización, una responsabilidad compartida

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Por Karina A. Rodríguez S.

La desescolarización no es solamente una opción educativa; es una opción de vida. Es una decisión que demanda muchos cambios y la principal ocurre en nuestros corazones; en la manera en cómo nos percibimos como seres humanos, como profesionales, como padres y madres, como hombres y mujeres.

En nuestra cultura patriarcal y machista, ésta tan normalizado el rol de «proveedor» de el hombre, que muchas veces «cargamos» como mujeres toda la crianza y en este caso, toda la educación de nuestros hijos. Asumiendo incluso que así debe ser, renunciando a nuestros propios intereses como mujeres, postergando hasta nuestras  necesidades. Con esto no quiero decir que no deban haber esfuerzo y renuncia. Sin embargo, el se atribuya este deber a la mujer; considero debe ser radicalmente de-construido.

En lo personal, estoy convencida de que la desescolarización abre una gran oportunidad para de-construir un sin número de perspectivas que el sistema por años nos ha inculcado. La de mujer-madre y hombre-padre, es una  de ellas. Quizás una de las más controversiales; pero así mismo fundamentales. Al fin y al cabo la desescolarización trae consigo un camino distinto, uno que permite construir narrativas propias que re-signifiquen nuestros roles, paradigmas, vidas.

En lo personal, no quiero seguir reproduciendo, desde la educación en casa, las desigualdades tan violentas entre géneros de nuestra sociedad y por lo tanto, estoy totalmente a favor de otra perspectiva: una que incluya al hombre en la crianza y educación y esto trasciende a la aportación en lo económico. Considero que necesitamos una perspectiva que nos empodere como mujeres más allá de la maternidad y que empodere  a los hombres más allá de la profesionalidad. 

El camino que debe ser transitado para despojarse del anhelo por reconocimiento, aceptación y valoración externa es duro; porque se trata de renunciar incluso a las expectativas propias y de la familia sobre el éxito profesional, el desarrollo personal, etc.

Sin embargo, caminar de la mano madre y padre en la incierta pero preciosa aventura de la desescolarización, construye para nuestros hijos e hijas caminos de igualdad, de compromiso y de responsabilidad compartida entre hombres y mujeres; abriendo así también sendas para el florecimiento de cada miembro de la familia.

 

 

Nota: Recomiendo este canal de muy ricas y profundas reflexiones: http://thevoluntarylife.com/ y reflexiones sobre «vivir sin miedo» de Eduardo Galeano.

La desescolarización un compromiso de vida

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Por Karina Rodríguez

Ciertamente, son tantos los aspectos a tomar en cuenta cuando decidimos por este camino. En mi criterio, los aspectos internos son fundamentales.

Optar por la desescolarización es comprometernos con la vida misma; no con una parte de ella. Evidentemente, el compartir todo el día con nuestros hijos nos «descubre», nos desnuda por completo ya que es allí, en el día a día, donde sale todo lo que está dentro nuestro. Por lo tanto, nuestra sanidad interna, madurez emocional, herramientas para relacionarnos, etc…requieren un trabajo imprescindible y constante.

No podemos simplemente abandonarnos a la idea de que nuestros hijos crezcan «libres» asumiendo que esto es al azar, a lo que venga. Nuestro rol es fundamental, es nuestro amor y confianza en nosotros mismos y por ende en ellos, la tierra fértil en la cual florecerán. Nuestro rol es proactivo, nos convoca al constante crecimiento, a la observación continua, al aprendizaje ilimitado. Nuestra presencia es contención e inspiración, es humanidad comprometida con el cambio. Es apoyo constante que empodera permitiendo incluso la frustración y el error. Nuestro rol no es de evaluación, comparación, presión, ni juicio es de acompañamiento amoroso que conoce, viabiliza, abre caminos, ofrece herramientas y brinda oportunidades. Nuestra palabra no elogia para no crear vicios a la motivación externa, nuestra palabra valida, orienta, acaricia.

Este camino conlleva un compromiso a ser la mejor versión de nosotros mismos. Lo hacemos movidos por nuestras hijas e hijos, pero principalmente lo hacemos por nosotras porque nos merecemos evolucionar.  Nuestros hijos necesitan crecer en un ambiente de amor, seguridad, de ternura, de buen trato, de amabilidad y de humildad; en un ambiente que brinde lo que la sociedad adolece. Necesitan aprender a confiar en sí mismos y en los demás seres humanos; requieren herramientas para relacionarse, resolver conflictos y lo harán siguiendo nuestro ejemplo.

Fui docente y consejera de centenares de adolescentes y jóvenes y vi la desesperanza e incertidumbre con la que afrontan la vida y el futuro. Estoy convencida, de que este mundo necesita niños y niñas que crezcan con fe en la humanidad y esperanza en el futuro. Serán éstos junto al amor, los motores que los mantendrán viviendo plenamente, construyendo alternativas a lo establecido.

¡Por nuestras hijas e hijos, por las futuras generaciones, por nosotras y nosotros mismos, empecemos siendo el cambio que queremos ver!

 

NOTA: Recomiendo los videos y libros de SERGIO SINAY, ensayista, narrador y periodista. Investiga y escribe sobre vínculos humanos, temas existenciales, sociales y filosóficos: https://www.sergiosinay.com

Desescolarización; ¿asumiré sola esta responsabilidad?

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Por Karina Rodríguez

El término desescolarización, evoca en mí «sacarnos la escuela de adentro» y en realidad todo lo que en este sistema educativo converge. Incluso y sobretodo la idea de competencia, dependencia y dominación que nos enseñan con palabras y acciones. Paradigmas que lamentablemente llevamos dentro y reproducimos a la hora de criar, aprender y acompañar procesos educativos, relacionarnos con los demás en especial nuestros hijos y nuestras parejas y hasta en las maneras en cómo nos valoramos a nosotras mismas como madres.

Sé muy bien que nuestra sociedad latinoamericana está llena de excelente ejemplos de patriarcalismo y machismo y he observado claramente cómo éstos males son perpetuados no solo por hombres, sino incluso por las mismas mujeres. Aceptando el rol que ha sido impuesto por tradición o porque no hemos llegado a sanar y empoderarnos de una verdadera feminidad.

Cuando pensamos en educar sin escuela, debemos re-pensarnos como familia, los roles que hemos asumido como padres y madres. Nos han enseñado que son los hombres los proveedores y las mujeres quienes cuidan de los hijos y la casa. ¿Verdaderamente tiene que seguir siendo así? ¿Podremos encontrar maneras de compartir estas responsabilidades? ¿Somos capaces de abrazar la paternidad o maternidad sin dejar de ser personas que crecen, evolucionan y florecen?

Mientras más conversaciones sostengo con distintas madres de distintas realidades familiares, más convencida estoy de que DEBEMOS re-construir una maternidad y paternidad que no siga reproduciendo estos modelos que tanto daño han hecho a nuestras sociedades y que tanta desigualdad siguen trayendo a nuestras familias.

Sería ilógico e injusto querer construir opciones educativas distintas para nuestros hijos sin re-pensar esta fundamental área del SER. Nuestras hijas e hijos merecen versiones equilibradas, armoniosas y justas de ser mujer y ser hombre. Merecen ver en el día a día el desempeño equitativo de tareas, de responsabilidades y compromisos de la vida (familiar, educativa, económica, etc). Merecen sobretodo padres y madres sanos que se relacionan en armonía.

 

Nota: les comparto un libro muy recomendado:

Haz clic para acceder a eisler-riane-el-caliz-y-la-espada.pdf

¿Y si en la libertad que tienen, quieren ver muchos videos?

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Por Karina Rodríguez

Otra de las preguntas que suelen inquietarnos es ésta que al parecer en su planteamiento relacionar «libertad» con falta de orientación e intencionalidad.

¡Qué dilema nos causa pensar en el uso de los aparatos electrónicos! ¡No es para menos! Somos la generación de transición;  recuerdo haber tenido computadora en casa a los 13 y celular a los 19. Ahora nuestros hijos e hijas han nacido con tecnología de punta y las preguntas son muchas:
¿Desde qué edad se recomienda su uso? ¿Cuánto es el tiempo prudente de uso?, etcétera.

No soy experta, pero he leído y considero que mientras más tarde «entren» a este mundo, mejor. Pero también soy realista y madre en una sociedad urbana y queramos o no, estos aparatos son herramientas de nuestra cultura que además bien usados, nos facilitan muchas cosas. Creo que esta es la manera en la que podemos orientar a nuestros hijos; no son aparatos para desconectarnos,  distraernos, pasar el tiempo, ausentarnos,  etcétera.  Sino, son herramientas que nos permiten encontrar información, viajar, asistir a conciertos, shows, tomar fotos, comunicarnos con quienes amamos. Para lograr esto, está de más decir que primeramente para nosotros, padres y madres, debe ser así.

Por otro lado, es fundamental acompañarlos en sus exploraciones tecnológicas, observar y conversar de lo que se ve, mostrarles cosas acorde a su edad y que les enriquezca.

En cuanto al tiempo,  considero que siempre es mejor lo menos posible; sin embargo, en mi experiencia y de la gente que tengo cerca si se maneja este tema con demasiado control, hay una tendencia a generar ansiedad y más tarde un apego exagerado (como vicio) a las pantallas. Además, si las usamos como premio o recompensa, sin duda las estaremos dando un valor altísimo en la vida de nuestros hijos, como objetos del deseo.

Parte de nuestra responsabilidad como facilitadores es generar ambientes seguros, estimulantes en los cuales nuestros hijos exploren libremente. Entonces, quizás lo mejor es «esconder» o usar lo que menos se pueda las pantallas porque cuando no están poco nos hacen falta. Incluso si tenemos la posibilidad de conectar con nuestros hijos y en especial en la naturaleza, realmente hasta se vuelven innecesarias. Incluso hasta la búsqueda de información que en este caso es a través de la observación.

A la final, es nuestra responsabilidad tomar una postura clara sobre este tema y quizás con la flexibilidad de ir modificando según las edades y responsabilidades que van adquiriendo.  En especial, está en nuestras manos, no caer en la negligencia de pensar que libertad es permitir todo; ni tampoco que el control extremo de creer que este tema puede ser manejado de una manera muy distinta a otros sin tener consecuencias.

Nota: Acá un tablero que lo iremos alimentando con buenos recursos audiovisuales: https://trello.com/b/aTmCxupe/recursos-audiovisuales

 

Conociendo a nuestros hijos

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Por María Eliza Acosta

Al decidirnos por la des-escolarización optamos también por confiar en las capacidades y particularidades de nuestros hijos e hijas y a su vez en las nuestras. Una de las frases que he escuchado regularmente a familias que ya van algunos años desescolarizando es «ahora conozco más a mis hijos y confío más en mí».

Siento que es natural que tengamos ciertos temores e inseguridades al enfrentar el aprendizaje de nuestros hijos. Temores que vienen programados por una escuela que nos enseñó que no somos capaces de hacer algo si no nos especializamos o estudiamos aquello, en este caso la docencia. Pero al preguntarnos ¿Quién conoce mejor a nuestros hijos? puede permitirnos abrir el panorama, puesto que nosotros como padres y madres hemos podido presenciar cada paso que han ido logrando nuestras hijas e hijos.

Las herramientas más poderosas con las que podemos contar son la intuición y la capacidad de observar, así podemos crear ambientes, facilitar procesos, acompañar aprendizajes y generar experiencias acorde a las necesidades e intereses de nuestros hijos e hijas. Pero para que esta observación e intuición tengan mayor fundamento es importante también revisar contenidos sobre desarrollo evolutivo e inteligencias múltiples.

El primero nos va a permitir comprender ciertas particularidades de cada edad, este estudio lo realizó Jean Piaget y Erick Erickson facilitándonos algunas pautas en cada etapa; puesto que el trato con un infante de 5 a 7 años no tiene semejanza al trato con un adolescente. Las escalas de desarrollo nos explican un poco como el ser humano va evolucionando en un ambiente óptimo y lo que se espera pueda realizar en ciertos márgenes de edad, entonces además de respetar los procesos personales mediante este conocimiento podemos canalizar nuestras expectativas para un mejor acompañamiento sin ser invasivos o indiferentes.

Al abordar el tema de las inteligencias múltiples cambiamos la percepción de lo que se ha creído es la inteligencia, para comprender mejor en la integralidad a la persona y las diferencias individuales cuando se trata de resolver un problema. Howard Gardner en su teoría nos propone una gama de las capacidades cognitivas que puede tener un ser humano y nos invita a valorar esas particularidades, que nacen de las características genéticas propias, el contexto en el que se desarrolla y la decisión a partir de sus intereses. Una visión más integral del individuo nos permitirá respetar y estimar las capacidades de los otros en este caso nuestros hijos.

Estas dos teorías, si bien no son las únicas, pueden facilitar la comprensión de nuestras hijas e hijos, superar temores e inquietudes y sobretodo pueden ser fuente de inspiración para la planificación de experiencias o la creación de espacios de aprendizaje.

Estas escalas e índices pueden ser un referente, más no una camisa de fuerza para catalogar el desarrollo de nuestros pequeños ya que el primer ejercicio que debemos hacer en este proceso es el de confiar.

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